jueves, 31 de mayo de 2018

Misa de Hoy (Eucaristía Digital)

Jueves 31 Mayo 2018 - Padre Jorge Villalobos


Evangelio de hoy San Lucas 1, 39-56

Reflexiones sobre el Evangelio de hoy

María necesita decirle a alguien su gran noticia, y va inmediatamente donde su prima Isabel. Recuerdo las veces en mi vida que al recibir buenas noticias, he necesitado contarle a otros sobre ellas.
“El poderoso ha hecho grandes cosas para mí”. Recuerdo las grandes cosas que Dios ha hecho para mí en mi vida. Agradécelas. ¡Escribo mi propio Magnificat!
Quédate con la profundidad de la fe que tuvo María para ser capaz de decir “Sí” a la invitación del ángel para ser la madre de Dios.
“Yo creo, ayuda mi incredulidad” (Marcos 9:24).
María era una mujer de fe. Isabel la alaba, no porque ha concebido a Cristo, sino porque creyó en las palabras del ángel. Pidámosle a ella la profunda fe que necesitamos en estos tiempos turbulentos. Dios puede hacer lo que creemos que es imposible.
María comparte la alabanza a Dios. Aquí no hay falsa humildad, sino solo el reconocimiento de la verdad. Dios es el autor de todo lo bueno en mi vida. Que pueda reflexionar sobre eso.
María es un arquetipo, para todos los cristianos, de cómo decir que Sí a Dios. Dios desea tener una relación personal con cada uno de nosotros. María modela, para nosotros, cómo responder a su gran invitación. Ella confía en que Dios quiere hacer su gran trabajo en ella, y reconoce cual es el glorioso privilegio que significa para ella. Ella ve que esto es enteramente la acción de Dios – ella, básicamente solo dice sí – y su respuesta tiene ramificaciones para todo el mundo.
Cuando dos personas se encuentran y han dicho Sí a Dios en sus vidas, como María y su prima Isabel en el Evangelio de hoy, la nueva vida de Dios, que crece en ellas, salta de júbilo al reconocerse la una a la otra. Es Dios en una saludando a Dios en la otra.
Hay momentos en nuestras vidas en que, tal como las madres embarazadas, sabemos que hemos sido bendecidos/as. A veces puede ser solo una realización gradual, en circunstancias difíciles.
El Papa Francisco comienza su carta Evangelii Gaudium: ” La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento…” “Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero, poco a poco, hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias.”
¿Hay alguna línea de estos extractos
que te resuena, o te hace vibrar?

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Señor, ayúdame a hacer Tu voluntad, con gozo y sin miedo. Quiero responder a Tu llamado con un jubiloso “Sí”, confiando en el conocimiento de que, mientras avanzo hacia lo desconocido, mi viaje se volverá radiante por Tu Presencia Transfigurada.


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La Sagrada Eucaristía

Necesariamente el encuentro con Cristo Eucaristía es una experiencia personal e íntima, y que supone el encuentro pleno de dos que se aman. Es por tanto imposible generalizar acerca de ellos. Porque sólo Dios conoce los corazones de los hombres. Sin embargo sí debemos traslucir en nuestra vida, la trascendencia del encuentro íntimo con el Amor. Resulta lógico pensar que quien recibe esta Gracia, está en mayor capacidad de amar y de servir al hermano y que además alimentado con el Pan de Vida debe estar más fortalecido para enfrentar las pruebas, para encarar el sufrimiento, para contagiar su fe y su esperanza. En fin para llevar a feliz término la misión, la vocación, que el Señor le otorgue.

Si apreciáramos de veras la Presencia real de Cristo en el sagrario, nunca lo encontraríamos solo, únicamente acompañado de la lámpara Eucarística encendida, el Señor hoy nos dice a todos y a cada uno, lo mismo que les dijo a los Apóstoles "Con ansias he deseado comer esta Pascua con vosotros " Lc.22,15. El Señor nos espera con ansias para dársenos como alimento.
¿Somos conscientes de ello, de que el Señor nos espera en el Sagrario, con la mesa celestial servida? Y nosotros ¿Por qué lo dejamos esperando? O es que acaso, ¿Cuándo viene alguien de visita a nuestra casa, lo dejamos sólo en la sala y nos vamos a ocupar de nuestras cosas?

Tomado del Año Cristiano o Ejercicios Devotos para Todos los Días del Año. Madrid, 1778. Septiembre. Día 29. Página 612. LA FIESTA DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL. Celebra hoy la Santa Iglesia una fiesta pa…
En el Sagrario . . . oculto a los ojos,
pero increíblemente luminoso y poderoso
para saciar todas nuestras necesidades
http://www.espaciosagrado.com/node/187048 http://www.espaciosagrado.com/node/187048


Oración a Jesús Sacramentado:
Mi Jesús sacramentado mi dulce amor y mi consuelo…
al iniciar este nuevo día te pido señor me des fuerzas para comenzar esta jornada, te abro mi corazón y reconozco la necesidad de tu bendición  para mi vida, para mi familia y para cuántos reciben esta oración, bendito seas mi señor por qué te has querido quedar con nosotros en la Eucaristía como alimento de salvación y vida eterna ya que eres el pan vivo bajado del cielo, hoy señor me abandonó en tus manos y te pido guía mis pasos e ilumina mi camino, restaura señor mi corazón y sánalo de todo sentimiento contrario a tu santa voluntad, hoy te doy infinitas gracias por todas esas oportunidades de bendición que regalas a mi vida, en este jueves Eucarístico quiero colocar en tus manos la vida de todos los que me piden oración los dejo en tus manos para que los llenes de tu bendición en sus hogares, sus trabajos y de manera especial dándoles vida y salud. Amén

miércoles, 30 de mayo de 2018

Como lo leí, lo comparto:

Que es misionar o evangelizar?

Misionar no es ir en una “Gira” o “tour” como muchos le llamamos, misionar no es ir de país en país pidiendo dinero por cantar o predicar, misionar no es ir a un país como turista y conocer, quedarse en Hoteles 5 estrellas y exigir agua caliente, cama cómoda y comida al gusto.

Evangelizar o misionar es darse a las personas, darse al pueblo, visitar personas necesitadas, orar por ellos, suplirle en lo que puedas, visitar los hospitales, cárceles, colegios, universidades. Misionar es tener que dormir en el suelo si es necesario, o en camas duras, comer lo que no te gusta, y bañarte con el agua mas fría que puedas probar. Quedarte en casas de familia y al mismo tiempo COLABORAR EN LOS QUEHACERES DE ESA CASA.

Evangelizar es desacomodarse, predicar la palabra SIN INTERES ECONOMICO donde le llamen y donde le necesiten, sin exigir un número de personas, asistir así haya 5 PERSONAS PRESENTES. Evangelizar es caminar en el calor, frio o lluvia o andar en transporte público para llegar a los lugares. Evangelizar es darse al pueblo, misionar es SACRIFICARSE por amor a CRISTO!

Evangelizar es AMAR LA PALABRA Y DARLA ABIERTAMENTE.



EL ROSARIO MISIONERO
El Rosario Misionero es una forma de oración que toma como base al Rosario tradicional, en la cual, por intercesión de María, se pide al Padre por las intenciones y necesidades de todo el mundo. Es una oración mariana universal y misionera, que consiste en rezar los cinco misterios de cada día teniendo presentes los cinco continentes del mundo, pensando en la situación concreta de cada continente desde el punto de vista de la evangelización y de la presencia cristiana, y orando por los misioneros y misioneras, por todos los agentes de la evangelización, y por todos los que aún no conocen la Buena Nueva de la salvación, para que se abran a la luz del Evangelio.
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martes, 29 de mayo de 2018

Editorial del día
Santifiquemos las horas


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Misterios dolorosos para hoy Martes


SANTA MISA DE HOY 29 DE MAYO DE 2018
¿Qué espíritu te guía?
Hay que volver a la grandeza que Dios nos ha dado y destruir ese mal que nos sigue sucumbiendo. 
Estamos llamados a ser Santos.
Cuestionémonos:
¿Cuál es la Voluntad de Dios?  
en mi matrimonio, con mis hijos, en mi vida personal.

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ESPIRITU santo

Conoce los dones del Espíritu Santo

"Descubrir mi necesidad 
es empezar a descubrir a Jesucristo"

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LA SALETTE, MATRIZ DE LA ERA DE MARÍA

CONOCE LAS IMPORTANTES REVELACIONES QUE LA SANTÍSIMA VIRGEN MANIFESTO EN LA SALETTE (APARICIÓN APROBADA POR LA IGLESIA)

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LA APARICIÓN DE SALETTE; MATRIZ DE LA ERA DE MARÍA: El conocimiento de lo anunciado por la Santísima Virgen en la Salette (Francia), es de vital importancia para comprender nuestros tiempos actuales y finales, tiempos de graves turbulencias !


http://uncioncatolica.blogspot.com/2016/10/la-aparicion-de-salette-matriz-de-la.html http://uncioncatolica.blogspot.com/2016/10/la-aparicion-de-salette-matriz-de-la.html






lunes, 28 de mayo de 2018

LOS SACRAMENTOS SON BIBLICOS
(Primera Parte)
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LOS SACRAMENTOS SON BIBLICOS
(Segunda Parte)
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San Germán de París

Nació en el año 496 cerca de AutunSaône-et-Loire y falleció en París el 28 de mayo de 576


SAN AMBROSIO
 Hijo de un prefecto de pretorio de las Galias, Ambrosio pertenecía a una familia cristiana. Sin embargo, conforme a una costumbre de la época, en vigor sobre todo en las grandes familias, según la cual se retardaba e; bautismo hasta la edad adulta y aun hasta la víspera de la muerte,el niño no fue bautizado.
Huérfano muy pronto, sin embargo pudo, gracias a la solicitud de sus tutores, hacer en Roma serios estudios de gramática, de retórica y familiarizarse con los autores griegos.
Habiendo entrado en la administración imperial, se le asignó Milán, con el título de “Consular” de la provincia de Liguria-Emilia.
 En el ejercito de sus funciones tuvo que intervenir para el mantenimiento del orden, a la hora de la elección del sucesor del Obispo Auxencio. En efecto, el difunto era un mantenedor del arrianismo; y aunque tenía sus partidarios, el colegio de electores y el conjunto de los fieles, en mayoría, habían permanecido fieles a la ortodoxia. Valentiniano l había aconsejado “escoger un hombre cuya vida pudiese servir de ejemplo”. La sesión era agitada. Y al hablar en favor de la paz, Ambrosio se mostró tan persuasivo que se vio en él, ya no al funcionario encargado de lograr la calma momentánea, sino al Pontífice capaz de restablecer definitivamente la concordia. Se escuchó una voz que gritó: “¡Ambrosio Obispo!”, y la muchedumbre la repitió con entusiasmo delirante. “Vox populi, voz Dei” . . . La elección por aclamación fue ratificada por el emperador Valentiniano. En el transcurso de algunos días, de algunas semanas a lo más, el recién electo recibió todos los sacramentos, desde el bautismo hasta el Episcopado. Esto ocurría en el año 374. Ambrosio tenía alrededor de 34 años.
 Pero este obispo improvisado carecía aun de los primeros rudimentos de la teología. ¡Qué responsabilidad la del cargo de unstruir a los demás siendo uno mismo ignorante! Consciente de la importancia de esta misión, Ambrosio se arrojó con avidez sobre la Sagrada Escritura, luego sobre los aotores cristianos de los dos siglos precedentes, en particular sobre los griegos. Sin embargo, enseñar es la mejor manera de aprender: él mismo se comprenetraba de la doctrina cristiana al exponerla a su pueblo de manera familiar, en parábolas y alegorías, como el Evangelio.
 Predicando todavía más con el ejemplo, se despojó de su patrimonio en favor de los pobres, y no temió llegar hasta vender los vasos preciosos de su Iglesia para rescatar cautivos. Su eloguencia y su prestigio se ganaron la confianza y vencieron las últimas vacilaciones de un joven retórico recién instalado en Milán: Agustín, el futuro obispo de Hipona.
 Muy pronto se extendió su fama, y su influencia se ejerció mucho más allá de su diócesis. En el año 381 estuvo en el Concilio de Aquilea, que destituyó a varios obispos arrianos; luego se reunía con los obispos del Vicariato de Italia para condenar el apolinarismo; y en el Concilio de Roma de 382 su nombre figura en las actas inmediatamente después del nombre del Papa San Dámaso, antes de los de San Epifanio de Salamina y San Paulino de Antioquía.
 Doctor en constante ejercicio por la enseñanza de las verdades de la Fe, Ambrosio tenía que ser al mismo tiempo el defensor de la ortodoxia. Lo fue, hasta enfrentarse, cuando se ofreció el caso, a la insolencia de la herejía y a las descaradas manifestaciones del paganismo expirante. La Emperatriz Justina trata de restaurar el arrianismo en Milán y de concederle una de las basílicas: el obispo desbarata hábilmente la maniobra. En el año 382, el Emperador Graciano manda demostrar la estatua de la Victoria que desde el reinado de Augusto estaba entronizada en el Senado. Los senadores paganos se amotinan, Graciano es asesinado, y ellos explotan la debilidad de su sucesor, Valentiniano ll, un niño de l2 años, para volver a la carga. Su delegado, el fogoso Símaco, pronincia un discurso inflamado. La respuesta de Ambrosio echa por tierra toda su argumentación: aquella estatua no volverá a su antiguo lugar.
 En 388, en Calinicum, en la lejana Provincia de Osroene, en el curso de enardecidos enfrentamientos, una sinagoga judía fue quemada por monjes. El Emperador Teodosio resuelve que sea reconstruida a costa del obispo, a quien se considera como responsable. ¿Medida de tolerancia y aun de justicia, diríamos ahora? ¿Pensaba Ambrosio que los judíos eran los primeros fautores de perturbaciones y que la comprención concedida los haría todavía más arrogantes y nefastos? El caso es que en plena ceremonia, no temió apostrofar públicamente al Emperador exigiéndole que anulase su orden. ¡Júzguese por esto del extraordinario ascendiente del obispo sobre la mayor autoridad del mundo a la sazón! “El Emperador está dentro de la Iglesia; no está por encima de ella”, exclamó sin temor el Pontífice.
 Eso mismo se hizo todavía más notable cuando ocurrióla matanza de Tesalónica en 390. Habiendo sido muertos algunos funcionarios durante un motín, el emperador había ordenado terribles represalias. Llamada al circo so pretexto de una representación, la población fue exterminada en masa, sin distinción de inocentes y culpables; y a la traición del procedimiento se agregó todavía el herror del crimen. “Si los reyes delinquen, los obispos no deben dejar de corregirlos con justas amonestaciones”. El obispo excomulgó al emperador. Y cuando éste, para excusarse si no para justificarse, invocó el ejemplo del Rey David que había hecho matar a Urías, le respondió el Prelado: “Bien: si lo habéis imitado en el crimen, imitadlo ahora en la penitencia”. La penitencia fue terrible, penitencia pública y prolongada conforme a las costumbres de la época. El príncipe, dominado, subyugado, sufrió esos riesgos y la humillación ante los ojos de su pueblo, rindiéndole además a su vencedor este testimonio: “Entre todos los que yo he conocido solamente Ambrosio merece verdaderamente el ser llamado Obispo”.
 Este Doctor es un pastor más que un retórico. Lo cual quiere decir que su enseñanza es más práctica que especulativa. Su cátedra no es la de la Iniversidad sino la de su catedral. Y sus lecciones están más impregnadas de Psicología que de Metafísica.
 Por lo demás, su gran cultura literaria siembra sus escritos de citas, o al menos de giros tomados tanto de los autores cristianos como de los profanos, griegos y latinos. “San Ambrisio, dice Fenelon, sigue la moda de su tiempo: le da a su discurso los ornamentos que en su época eran de gran estima”. . . “En él late la tradición de la antigüedad. Los dos escritores cuya imitación es más notable y a menudo demasiado marcada en el genio de Ambrosio son Tito-Livio y Virgilio. Creo poder agregar a Cicerón y Séneca. . . Hay bellos reflejos de la antigüedad en el desigual estilo de su discípulo cristiano. Y lo que hace falta en la forma está compensado por la excelencia del fondo” (Villemain, St. Ambroise, en Biographie universelle). “Aun en los pasajes más austeros hay locuciones que parecen venir de Lucano, de Terencio y aun de Marcial y Ovidio” (B. Thamin, St. Ambroise et la morale chrétienne au lVe siècle, c. Vll).
 En cuanto a los escritores aclesiásticos, sus antepasados o sus contemporáneos, Ambrosio conoce sobre todo a Clemente de Alejandría, Orígenes, Dídimo, San Basilio. Una obra exegética primeramente, el Hexamerón, seis libros de homilías sobre episodios del Antiguo Testamento que le proporcionan los temas de exposiciones dogmáticas o de exhortaciones morales: El Paraíso terrenal, Caín y Abel, los Patriarcas, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José, los profetas y santos personajes, Elías, Tobías, Job, David sobre todo, cuya apología hace, y del que luego comenta doce salmos, particularmente el ll8. En cuanto al Nuevo Testamento no se posee de él sino un Comentario del Evangelio según San Lucas, en l0 libros.
 A ejemplo de Filón, Ambrosio ve en los Patriarcas “las leyes vivas y razonables”, que los cristianos no solamente deben admirar y alabar, sino sobre todo seguir. Nada hay, aun sus faltas, incluidas en el relato bíblico, que no se juzgue con una extrema indulgencia, pues se presentan como “misterios” más que como actos culpables.
 En el dominio doctrinal, San Ambrosio se dedica sobre todo a combatir al arrianismo. El tratado “Sobre el Espíritu Santo”, en tres libros, y en fin “El misterio de la Encarnación del Señor” son refutaciones de la herejía al mismo tiempo que exposiciones dogmáticas.
El libro “de los Misterios” y el otro “de los Sacramentos” son lecciones de catecismo sobre el Bautismo, la Confirmación, la Eucaristía, la Penitencia, dedicados a los recién bautizados.
 A propósito de los “Deberes de los ministros”, libro calcado sobre el “De oficiis” de Cicerón en cuanto al método, pero de una inspiración auténticamente evangélica, después de dirigirse primeramente a los clérigos, San Ambrosio trata ampliamente de los principales puntos de la moral cristiana.
 “Lo que separa profundamente la moral del Padre de la Igleisa de la del moralista pagano es la noción justa del fin último y la certeza de una vida futura en que la virtud será recompensada y el vicio castigado. De aquí, como consecuencia inmediata, el desprecio de los bienes terrenales, pero un desprecio racional, acompañado de inefables esperanzas y que no rompe, como la apatía estoica, los resosrtes del alma” (R. P. Charles Daniel: La morale philosophique avant et après l’Evangile).
 En su tratado sobre “La Fe”, dedicado al emperador Graciano, San Ambrosio expone claramente sus intenciones y el modo que caracterizan sus escritos: “ En el momento de partir para la guerra, oh piadoso emperador, me pides un tratado sobre la Fe cristiana. . . Yo quisiera mejor exortar a la Fe que discutir sobre la Fe. Exortar a la Fe es hacer de ella una ferviente profesión; discutir es un acto de presunción. Y tú no tienes necesidad de ser exhortado, y yo mismo, ante un piadoso deber que cumplir, no me sustraigo de él: puesto que la ocasión de ello se me ofrece a mí, voy a emprender, con una modesta seguridad, una discusión en que se entremezclarán algunos razonamientos y muchos textos escriturarios”.
 Vienen en seguida varios opúsculos sobre las Vírgenes y la Virginidad, de los que uno está dedicado especialmente a su hemana Marcelina; otro está destinado a las viudas.
Tres oraciones fúnebres, las de los emperadores Valentiniano y Teodosio, luego la de su propio hermano Satyrus, verdadero grito de dolor y de amor fraterno. Un vehemente discurso contra el obispo arriano de Milán, Auxencio.
 En cuanto a los himnos compuestos por San Ambrosio, aunque siempre expresan alguna verdad de fe, evidentemente no son tratados doctrinales, sino más bien exhortaciones y arranques poéticos o sentimentales que quieren sobre todo traducir y excitar la piedad popular, que para esto le ofrecen fórmulas fáciles de retener y de cantar, mucho más que buscar el rigor teológico: por ejemplo los himnos “Deus creator omnium”, “Aeterne rerum Conditior”. Aunque no lo inventó, San Ambrosio al menos adoptó y generalizó el canto alternado de dos coros, la “Salmodia antifónica”. En uno de sus salmos el obispo de Milán exaltó este método: “¿Se dice que yo encanto al pueblo con los himnos? No niego que éste sea un encantamiento. ¿Qué cosa en efecto más conmovedora que la confesión de la Trinidad repetida diariamente por la boca de todo un pueblo, cuando las voces de la muchedumbre, hombres mujeres y niños, con flujo y reflujo, se elevan en un estrépito, semejante al de la mar, de grandes oleadas que se entrechocan y se rompen?”.
 Federico Ozanam los juzgaba así: “Plenos de elegancia y de belleza, de un carácter todavía totalmente romano por su gravedad, con un no sé qué de varonil en medio de las tiernas efusiones de la piedad cristiana” (La civilisation au Vle siècle).
A despecho de una traadición quince veces secular y de una rúbrica siempre mantenida en la Liturgia, la crítica contemporánea califica de leyenda la inspiración que a la hora del bautismo del joven Agustín haría brotar espontáneamente en un canto alternado, del pecho del venerable pontífice y de la gargarta del ferviente neófito, el canto del “Te Deum”. Sin embargo nadie puede con verosomilitud atribuir su paternidad a otro Doctor.
 A sus talentos de escritos San Ambrosio agrega el de delicioso cultivador del género epistolar. Gustaba de sostener una correspondencia íntima para contarles a su hermana, a sus amigos, los episodios tanto gozosos como dolorosos de su vida de obispo. Y esta era también la ocasión de hacer precisiones exegéticas, dogmáticas o morales. Se dejaba llebar en fin a elevaciones espirituales que entregaban los tesoros ocultos de su alma de pastor a almas particularmente queridas.
 Pero, llegado el caso, era el jefe que intervenía para reivindicar la justicia y derrotar a la inquidad. Prueba de ello es la requisitoria que dirigió al emperador Teodosio: “Se cometió en la ciudad de Tesalónica un atentado sin ejemplo en la historia. No estuvo en mi mano el impedirlo, pero me apresuro a manifestar cuán horrible fue. . . Contra vos no tengo ninguna malquerencia; pero me hacéis experimentar una especie de terror. Yo no me atrevería a ofrecer el divino sacrificio en vuestra presencia: la sangre de un solo hombre injustamentevertida me lo impediría, ¿y cómo podría permitírmelo la sangre de tantas víctimas inocentes?.
 Es cierto que no está reunida en tratados didácticos la teología de San Ambrosio; pero no por ello es menos segura y completa, fundada sobre la Sagrada Escritura, que el gran Doctor consultaba sin cesar e interpretaba en consonancia escrupulosa con las decisiones de los Concilios. Reprochaba con vehemencia, por el contrario, a los herejes el alterarla con sus lucubraciones.
 Su doctrina de la Trinidad, de la Encarnación, de la divinidad de Cristo, de la doble voluntad, divina y humana en la Persona del Salvador, fue conservada e invocada como una autoridad en el Concilio de Calcedonia, luego en la enseñanza de soberanos pontífices tales como San León Magno y San Agatón. Por otra parte, afirma decididamente la maternidad divina y la perpetua virginidad de María.
 Acerca de la condición humana, San Ambrosio ve claramente la causa de la decadencia en el pecado original, luego la posibilidad de resurgimiento en la Gracia, fruto de la Sangre redentora de Jesucristo y ofrecida a la iniversalidad de los humanos.
 A San Ambrosio debemos también maravillosas precisiones concernientes a los Sacramentos. El Bautismo, por ejemplo, es necesario, y únicamente el que es administrado por la Iglesia. Pero la eficacia del bautismo no depende de la virtud del ministro; por otra parte, en el caso de que sea imposible la recepción del sacramento, el martirio puede supliiiirlo, y aun el solo deseo sincero. La Eucaristía no es solamente un sacramento sino un sacrificio en que el Divino Salvador renueva mediante las manos del sacerdote la inmolación que hizo de Sí mismo en la Cruz.
 “Es el Señor Jesús quien proclama: ----Esto es mi cuerpo----. Antes de estas palabras celestiales, existe otra substancia; después de la consagración el cuerpo de Cristo está presente”. La Penitencia se establece para la reconciliación de los pecadores, a condición de que éstos tengan la lealtad de confesar aun sus faltas secretas.---En fin, aunque exaltando la Virginidad, el Obispo de Milán subraya la alta dignidad del matrimonio cristiano, cuya indisolubilidad recuerda, y aparta a sus fieles de enlaces con los paganos y con los herejes.
 En esta época el magisterio supremo de la Iglesia aún no dirimía algunas cuestiones oscuras concernientes a la escatología y a los fines últimos. Por lo cual en sus primeros escritos, refiriéndose al cuarto libro de Esdras que él consideraba como auténtico, ¿San Ambrosio parese decir que las almas separadas de sus cuerpos permanecen como en suspenso en una situación indecisa hasta que su suerte definitiva se fije en el Juicio final? Por otra parte, ¿deja entender que todos los fieles, cualesquiera que hayan sido sus caídas en el curso de la vida, serán finalmente salvos? Por el contrario, en sus últimas obras enseña categóricamente la eternidad de las penas del infirno; y no exceptúa de éste a los cristianos prevaricadores. Pero las almas justas que ya no tienen nada que expiar entran, sin dilación, en posesión de la visión beatífica. Y la oración por los muertos podr 160 ayudar eficazmente a las almas cuya expiación no haya sido completa.
 En fin San Ambrosio es uno de los primeros y de los más ilustres camperones de la autoridad y de la unidad de la Iglesia: “Donde está Pedro allí está la Iglesia; donde está la Iglesia no hay muerte, sino la Vida eterna” (Sobre el Salmo 40, V, 30).---“No se puede tener parte en la herencia de Pedro sino con la condición de permanecer adherido a su Sede” (De la Penitencia, I, l, cap. Vll). “Es necesario creer lo que dice el símbolo de los Apóstoles que la Iglesia romana conserva siempre y nos propone” (Epístola 42, 5). “La Iglesia es la única guardiana de la Escritura y de la tradición; Ella es la Ciudad de Dios” (Sobre el Salmo ll8, ssermón l5). No hay salvación paraa los que se separan de la Iglesia, en particular para los herejes que la irreformable autoridad de la Iglesia ha condenado y rechazado conforme al Concilio de Nicea.
 Con cuánto vigor también, tanto por sus actitudes como por sus declaraciones, supo restablecer San Ambrosio ante los Emperadores la distinción de los dos poderes, el temporal y el espiritual, y reivindicar la primacía del espiritual.
 Nació hacia el año 340 en Tréveris, donde su padre era prefecto de las Galias. Muy pronto, a la muerte de su padre, se trasladó a Roma, donde realizó estudios humanísticos y jurídicos. Hacia el año 370 fue nombrado gobernador de Liguria y Emilia, y se instaló en Milán, la capital.
En el año 374 murió Auxencio, obispo arriano de Milán, que ocupaba la sede ilegítimamente: San Dionisio, obispo legítimo, había muerto en el destierro. Ambrosio, como responsable del orden público, debió mediar en el conflicto desencadenado entre católicos y arrianos. El resultado fue su unánime elección como obispo. En el espacio de pocos días, recibió el Bautismo—pues aún era catecúmeno—la Confirmación y la consagración episcopal. Más tarde, bajo la guía constante del presbítero Simpliciano, completó su formación doctrinal.
El estudio sistemático de la Biblia, de cuya intensidad y asiduidad fue testigo San Agustín, y la meditación de la Palabra de Dios, fueron la fuente de su incansable actividad como pastor y predicador. Su labor al frente de la diócesis de Milán fue muy fecunda. Tuvo que hacer frente a tres asuntos principales: la herejía arriana, la expansión del cristianismo entre los paganos del norte de Italia, y la intromisión del poder temporal en materia religiosa. Murió en Milán en el año 397. Sus restos descansan en la catedral de Milán.
San Ambrosio nos ha dejado una abundante producción literaria, con obras de carácter exegético, ascético, moral, y dogmático, y otras —cartas, himnos, discursos...—, aunque prácticamente todas responden a necesidades pastorales. Las obras exegéticas son colecciones de sermones predicados y, posteriormente, revisados. Su método se inspira en Orígenes. No comentó libros enteros (a excepción del evangelio de San Lucas), pues prefería la exégesis de pasajes que permitieran extraer consecuencias morales.
LOARTE
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SAN AMBROSIO DE MILÁN nació, probablemente en el 339, en Tréveris, donde su padre era prefecto del pretorio de las Galias. Poco después, fallecido su padre, su madre regresó a Roma, donde Ambrosio recibió una educación orientada hacia el derecho. Alrededor del 370 fue constituido gobernador de la Liguria y la Emilia, con residencia en Milán. En el 374, a la muerte del obispo de Milán, que era pro arriano, la elección del sucesor se presentaba difícil a causa de las luchas entre arrianos y católicos; y Ambrosio, que como gobernador asistía para garantizar el orden, fue impensadamente elegido por unos y por otros, aunque todavía era sólo catecúmeno; poco después recibió el bautismo y fue consagrado obispo, y, enseguida, distribuyó sus bienes a los pobres. Luego, en busca de una instrucción más profunda, acudió al presbítero Simpliciano, que después le sucedería en su sede; en esta instrucción, centrada en el estudio de las Escrituras, tuvo mucha importancia la lectura de los padres griegos, especialmente de Orígenes. Ambrosio fue un excelente pastor de almas, que combinó la predicación e instrucción de los fieles con la defensa interna y externa de la fe.
Ambrosio mantuvo una lucha firme contra el paganismo, consiguiendo por ejemplo que no se restituyera a su antiguo lugar en el Senado la estatua pagana de la Victoria; y contra el arrianismo, por ejemplo resistiendo al poder imperial cuando la emperatriz quería ceder una iglesia de Milán a los arrianos. Fue también firme en su actitud con el emperador católico Teodosio, a quien exigió en una ocasión que hiciera penitencia pública, pronto debidamente cumplida, por unas matanzas que había ordenado en Tesalónica (se habló de siete mil muertos) en represalia a unos levantamientos ocurridos allí; el orden de la sociedad civil, decía, corresponde a la potestad civil, y a ella se someten también los obispos; pero el cuidado del pueblo cristiano corresponde a sus pastores, y también a ellos corresponde el juicio moral de las decisiones políticas que toma un cristiano. Sus relaciones con el emperador, que en más de una ocasión le pidió consejo, fueron sin embargo buenas. Ambrosio murió en el 397.
SAN AMBROSIO, a pesar de su actividad incesante, escribió muchas obras; lo cual se comprende mejor al comprobar que muchas de ellas son sermones predicados para la edificación de los fieles y publicados como tales o, después de corregidos, como tratados.
Esto ocurre especialmente con sus obras sobre la Escritura, que ocupan la mitad de su producción literaria. Ambrosio sigue el método alegórico de Orígenes, en busca del sentido espiritual, y con la intención de edificar al pueblo. La mayor parte de sus tratados y sermones son sobre escenas o personajes del Viejo Testamento, y entre ellos destacan sus seis libros Sobre el Hexamerón, la obra de la creación, en la que sigue de cerca la obra del mismo nombre de San Basilio. Sobre el Nuevo Testamento tiene sólo un escrito, el Comentario al evangelio de San Lucas, que es el más largo de los suyos y comprende unas 25 homilías y algunos tratados breves.
Algunas de sus obras dogmáticas están motivadas por los problemas que el arrianismo, aunque en franca disminución, seguía planteando en Milán; dos de ellas están dirigidas al emperador Graciano: Sobre la fe, a Graciano y Sobre el Espíritu Santo. Otra versa Sobre el sacramento de la encarnación del Señor. Otras dos tratan sobre los sacramentos, en concreto sobre el bautismo, la confirmación y la Eucaristía; son Sobre los misterios y Sobre los sacramentos, en que además explica el padrenuestro. En otra, Sobre la penitencia, insiste en que el poder de perdonar lo tiene sólo la Iglesia católica, y también en que el rigorismo de los novacianos está equivocado. La Exposición de la fe se conserva sólo en parte.
Obras morales y ascéticas son, por una parte, los tres libros Sobre los deberes de los ministros, dirigidos a sus clérigos; constituyen el primer tratado sistemático de ética cristiana, en el que sigue la pauta de la obra de Cicerón que lleva el mismo nombre. Por otra parte, tiene varios escritos dedicados a ensalzar la virginidad y el estado de las vírgenes y viudas consagradas a Dios.
Habría que añadir aún a esta lista varios sermones de circunstancias y" un gran número de cartas: de entre las que él mismo publicó sobreviven unas 90; tienen un interés grande para la historia de la época. Además, Ambrosio compuso muchos himnos, aunque no todos los que se le atribuyen, que se comenzaron a utilizar entonces en la liturgia; para algunos de estos himnos, él mismo había compuesto la música.
A Ambrosio se le había atribuido una obra que desde el siglo xvi se sabe que no es suya y cuyo autor, desconocido, recibe desde entonces el nombre de AMBROSIASTER o pseudo Ambrosio. Esta obra pertenece a la época de Ambrosio y tiene mucho interés, por lo que la hemos de mencionar aquí. Se trata del Comentario a trece epístolas de San Pablo (no se incluye la carta a los Hebreos), con una exégesis profunda y que se inclina mucho más por el método histórico que por el alegórico, aunque sin excluir del todo este último.
Al Ambrosiaster se atribuyen también las Cuestiones del Viejo y del Nuevo Testamento, donde se exponen un gran número de cuestiones exegéticas y dogmáticas; existen dos redacciones de esta obra, al parecer hechas sucesivamente por el mismo autor, una con 127 cuestiones y otra con 150, muchas de las cuales son las mismas.
En todas estas obras del Ambrosiaster se encuentran algunos elementos sobre el pecado original y la gracia que sugieren algunos de los que luego tratará San Agustín.

http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/05/05-27_S_agustin_de_canterbury.htm http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/05/05-27_S_agustin_de_canterbury.htm


https://www.youtube.com/watch?v=CoNLowHxteQ&feature=youtu.be https://www.youtube.com/watch?v=CoNLowHxteQ&feature=youtu.be

domingo, 27 de mayo de 2018


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Copy of 2 Macabeos 02 - JEREMIAS Y EL ARCA DE LA ALIANZA - por Frank Morera

El Santo Evangelio y los santos evangelistas

SANTO DEL DIA
28 de mayo
 SAN AGUSTÍN DE CANTERBURY
San Agustín de Inglaterra o de Cantorbery debe ser considerado como el apóstol de los anglosajones, por ser quien, junto con los treinta y nueve monjes que le acompañaban, dio comienzo en 596 a su conversión. Es cierto que la primera idea y el impulso principal vino de San Gregorio Magno; pero él fue quien echó sobre sus hombros y realizó una buena parte de aquella empresa, que llegó a su feliz término a fines del siglo VII, hacia el año 680. Todo esto coloca a San Agustín de Cantorbery entre los grandes apóstoles de Cristo, al lado de San Patricio de Irlanda, de San Bonifacio de Alemania y de tantos otros evangelizadores de la fe.
 Nada sabemos sobre su vida anterior al año 596, en que dio comienzo a su gran empresa, sino que era monje y prior en el monasterio de San Andrés, que San Gregorio Magno había fundado en Roma. En Inglaterra había penetrado el cristianismo desde muy antiguo, según se desprende de los testimonios de Tertuliano y Orígenes. Así, en pleno siglo IV, sus habitantes, los bretones, eran en buena parte cristianos; pero, al retirarse las legiones romanas a principios del siglo V, se vieron acosados por los pictos y escoceses, y, no sintiéndose con fuerzas para defenderse contra ellos, llamaron en su auxilio a los sajones del norte de Alemania. Efectivamente, hacia el año 449 entraron éstos por la isla de Thanet y rápidamente fueron conquistando la Gran Bretaña y, volviéndose contra los mismos bretones, los fueron acorralando, a ellos y a los demás indígenas, a los territorios occidentales de la isla. De este modo un buen número de bretones emigraron al norte de Francia, al que dieron el nombre de Bretaña, y los demás quedaron reducidos a los territorios de Gales y Cornualles. Aquí poseían los bretones durante el siglo VI florecientes monasterios, excelentes príncipes cristianos y grandes obispos, como San David de Menevia († 544) y los Santos Paterno, Udoceo y otros. Mas, por otra parte, su odio nacional contra los anglosajones fue creciendo de tal manera que imposibilitaba por completo cualquier intento de evangelización. De este modo, el pueblo anglosajón persistía en el paganismo, y en las siete provincias en que había dividido la Gran Bretaña el cristianismo había prácticamente desaparecido.
 Pero lo que los cristianos bretones, movidos de su odio nacional contra los anglosajones, no querían o no podían realizar, es decir, la conversión de este pueblo pagano, lo intentó y realizó el Romano Pontífice desde Roma. Ya fue un buen principio el hecho de que, a fines del siglo VI, el joven rey de Kent, Ethelberto, aunque pagano, tomó por esposa a la cristiana Berta, hija del rey merovingio de Francia, y al mismo tiempo la dejó en plena libertad para practicar su religión. Tal vez este hecho fue el que suscitó en San Gregorio Magno (590-604) la idea de la evangelización de tan noble pueblo. El hecho, bien atestiguado por los historiadores antiguos, es que este gran Papa dio orden al presbítero Cándido, administrador suyo en los territorios provenzales pertenecientes al patrimonio de San Pedro, para que le procurara algunos esclavos anglosajones, muy abundantes entonces en el puerto de Marsella. Su plan era educarlos en algunos monasterios de Roma y enviarlos luego a evangelizar a sus compaisanos de la Gran Bretaña.
 Pero San Gregorio Magno, el hombre de las grandes empresas, no tuvo paciencia para esperar la realización de este plan, que necesariamente debía ser muy lento. La circunstancia de la muerte, a principios del 596, del rey de Austrasia y la subida al trono de Brunequilda, tan adicta a los planes de San Gregorio, acabó de determinarlo. Efectivamente, el mismo año 596 escogió al abad Agustín, bien conocido por la solidez de sus virtudes y su espíritu ardiente y emprendedor, que no se arredraba ante ninguna dificultad cuando se trataba del servicio de Dios, para que, acompañado de un buen número de monjes misioneros, acometiera aquella gloriosa empresa de la conversión de Inglaterra. Escogidos, pues, los treinta y nueve monjes que debían acompañarle, partieron en la primavera del año 596 para Francia en dirección a la Gran Bretaña.
 Llegados a la Provenza, se detuvieron unos días en el célebre monasterio de Lerins, donde fueron magníficamente acogidos por su abad Esteban, el obispo de Aix, Protasio, y el patricio Arigio. Ansioso San Agustín de dar comienzo a su empresa, siguió preparando todo lo que era necesario para la misión de Inglaterra; pero, entretanto, sus compañeros se espantaron de tal manera al escuchar de los monjes de Lerins las descripciones sobre las dificultades de la conversión de los anglosajones, y sobre todo sobre la extrema crueldad de este pueblo, que Agustín se vio forzado a volver con ellos a Roma.
 Pero San Gregorio Magno no retrocedía fácilmente ante una empresa comenzada. Haciéndose cargo de las inmensas dificultades que se oponían a tan ardua empresa, con la afectuosa energía que le era característica, procuró suscitar en el corazón de aquellos misioneros los sentimientos de generosidad con el Señor, que los escogía para una obra tan de gloria suya; invistió a San Agustín con la dignidad abacial, les proveyó abundantemente de cartas de recomendación para los obispos de Francia y la reina Brunequilda, y de este modo partieron de nuevo, llenos del mayor entusiasmo, para Inglaterra. Pasaron el invierno en Autun, siguieron luego por Orleáns y Tours, y, finalmente, acompañados de algunos intérpretes, se embarcaron, probablemente en Boulogne, con rumbo a la Gran Bretaña.
 Era la hora señalada por la Providencia. En la primavera del año 597 San Agustín de Inglaterra, con el ejército de monjes que le acompañaban, desembarcaba en la isla de Thanet, es decir, en el mismo lugar donde siglo y medio antes habían desembarcado los invasores. La segunda conquista de Inglaterra que ahora se emprendía, era más difícil y debía durar más tiempo que la primera; era de un tipo puramente espiritual. Las crónicas antiguas se complacen en presentarnos a la figura, casi gigantesca, de San Agustín, que sobresalía por encima de todos los demás. Al acudir el rey Ethelberto a su llamada, los misioneros aparecieron ante él llevando por delante una gran cruz y recitando procesionalmente las letanías. Impresionado el rey ante aquel espectáculo y ante la petición que se le hacía de que se les concediera amplia libertad para predicar el Evangelio, quiso primero escuchar una exposición sumaria sobre la doctrina cristiana y la obra redentora de Jesucristo, y luego concedió generosamente lo que le suplicaban.
 Agustín y sus compañeros pusieron al punto manos a la obra. Dirigiéronse a Dorovernum o Cantorbery, capital de la provincia o reino de Kent, y allí junto a la capilla de San Martín, utilizada por el capellán de la reina Berta, Liudardo, establecieron su primera residencia e iniciaron la predicación. El pueblo acudía espontáneamente a la explicación del Evangelio de Cristo, y, viendo el admirable ejemplo de San Agustín y sus compañeros, se sentían impulsados a la doctrina que les anunciaban. La primera conversión insigne fue la del mismo rey, ya preparada por la suave influencia de su cristiana esposa y el trabajo paciente de su capellán. Después de instruido convenientemente, el 2 de junio del año 597, recibió las aguas del bautismo.
 Con todo esto se fue preparando el gran acto de las Navidades del 597, que marcan, indudablemente, el punto de partida de la conversión en masa del pueblo anglosajón. Con su acostumbrada prudencia, Ethelberto quiso dejar en plena libertad religiosa a todos sus súbditos, y así gran número de nobles, guerreros y masas del pueblo continuaron recibiendo la instrucción necesaria, hasta que el 25 de diciembre se celebró con gran solemnidad el bautismo de una inmensa muchedumbre, que algunos elevan a diez mil. Entre esta multitud de nuevos cristianos se hallaban muchos miembros de la más elevada nobleza de Kent. El celo apostólico de San Agustín recibía su primera recompensa. Con esto quedaba él consagrado como el apóstol de los anglosajones, el apóstol de Inglaterra.
 Fácilmente se comprende la inmensa alegría que experimentó el papa San Gregorio Magno al recibir la noticia de todos estos acontecimientos de boca del presbítero Lorenzo y del monje Pedro, enviados expresamente a Roma por San Agustín. Su ensueño era ya una realidad. Sin poder contener su entusiasmo, escribió al punto a su amigo Eulogio, patriarca de Alejandría, dándole cuenta de tan halagüeñas noticias. Asimismo dirigió sendas cartas de congratulación a sus colaboradoras, Brunequilda, reina de Austrasia y Neustria, y Berta, esposa de Ethelberto, de Kent. Pero, sobre todo, escribió a San Agustín, héroe principal e instrumento de Dios en la conversión de Inglaterra.
 Por su parte, Agustín procuró desde entonces asegurar y llevar adelante la obra comenzada. Para ello, sea antes del gran acto de las Navidades, sea poco después de él, se dirigió a Francia, y allí recibió del obispo de Arlés la consagración episcopal. Por otra parte, el presbítero Lorenzo y el monje Pedro volvieron pronto de Roma cargados de reliquias, instrumentos del culto y libros religiosos, que fascinaban a los pueblos recién convertidos; pero, sobre todo, traían consigo nuevos misioneros, que el Papa enviaba a Inglaterra. Ethelberto, por su parte, colaboraba a esta grandiosa obra de San Agustín. Hizo donación de su propio palacio, que al punto fue convertido en monasterio y residencia del obispo, En lugar de un templo pagano, hizo levantar una iglesia cristiana, dedicada a San Pancracio, y no lejos de allí hizo construir la abadía de San Pedro y San Pablo, que más tarde tomará el título de abadía de San Agustín, tumba de los reyes y obispos de Kent. En el interior de la ciudad se elevará la iglesia de Cristo, que recordará la basílica de Letrán, de Roma.
 De este modo, la obra de San Agustín realiza rápidos progresos. Por esto, el año 601 envía de nuevo a Roma sus legados Lorenzo y Pedro, quienes informan ampliamente al Papa y le piden nuevos misioneros y abundantes instrucciones para su obra de evangelización. A todo accede San Gregorio Magno, lleno de comprensión y entusiasmado ante el heroísmo de aquellos abnegados apóstoles. Una nueva expedición de doce misioneros sale de Roma para Inglaterra en junio de 601, bajo la dirección de Melitón. Este lleva a San Agustín las respuestas del Papa a multitud de consultas de orden disciplinario y litúrgico, donde, dando el más insigne ejemplo de prudencia y comprensión y de lo que hoy día se denomina espíritu de acomodación, da disposiciones acertadísimas. Respecto de los templos "no conviene —decía—derribarlos, sino solamente los ídolos en ellos existentes". De un modo semejante, por lo que se refiere a las costumbres nacionales, "como hay costumbre —le dice— de hacer sacrificios de bueyes a los demonios, es conveniente cambiarla en una fiesta cristiana. Así las fiestas de la Dedicación y de los Mártires podrían celebrarlas por medio de banquetes fraternales".
 Junto con estas instrucciones, los nuevos misioneros y legados del Papa traían a San Agustín otras misivas importantes. En primer lugar, le entregaron de parte del Papa el palio arzobispal, a lo que se añadía su nombramiento como primado de todas las iglesias de Inglaterra. Como complemento de todo, enviaba el Papa un plan completo de la organización jerárquica de toda la Gran Bretaña o la Heptarquía. que sólo, poco a poco, se fue realizando. Ante todo, Londres y York, ya desde los bretones sedes episcopales, eran constituidas en metropolitanas para el sur y norte de Inglaterra, y a cada una se le asignaban doce sedes episcopales sufragáneas.
 Tal fue el conjunto de las instrucciones y disposiciones enviadas por San Gregorio Magno a Inglaterra el año 601. Indudablemente, las disposiciones sobre la organización jerárquica eran prematuras. Pronto se vio que, en lugar de Londres, era preferible erigir a Cantorbery como metropolitana y juntamente primada de Inglaterra. Con el entusiasmo y el optimismo suscitado en Roma por los triunfos obtenidos, fácilmente se imaginaban que la conversión de toda la Heptarquía era cuestión de poco tiempo. Esto iría enseñando que en asunto tan importante sólo se podía avanzar lentamente.
 Así, pues, por el momento, San Agustín era el único obispo para la Gran Bretaña sajona. Pero mientras los demás misioneros, alentados con los nuevos estímulos y nuevos instrumentos recibidos de Roma, y robustecidos con la nueva falange de apóstoles, continuaban avanzando en la evangelización del territorio de Kent, San Agustín realizaba, por así decirlo, un intento de carácter diplomático. Concibió, pues, el plan de entrevistarse con los dirigentes de la iglesia bretona, con el fin de llegar a un acuerdo, con lo cual obtendría de ellos gran abundancia de misioneros. Le era bien conocido el odio existente entre las dos razas; pero era necesario intentar la unión, con la esperanza de que el espíritu cristiano se sobrepusiera a todos los rencores nacionales. Llegóse, pues, el mismo año 601 a una asamblea entre San Agustín y los obispos y literatos bretones, representantes de su pueblo, venidos del gran monasterio de Bangor. San Agustín se presentó como legado pontificio, y pidió únicamente estas tres cosas: que renunciaran a su cómputo pascual; que siguieran el rito romano en la celebración del bautismo, dejando un conjunto de ceremonias especiales usadas entre ellos, y que trabajaran con los romanos en la evangelización de los anglosajones. Fue imposible llegar a un acuerdo. Ni podían avenirse a reconocer la autoridad superior de San Agustín, ni a abandonar sus ritos llamados culdeos, y mucho menos a evangelizar a sus mortales enemigos, los anglosajones.
 Reducidos, pues, a sus propias fuerzas, San Agustín y sus compañeros se lanzaron con nuevos bríos al trabajo de misionización. De este modo, en 604, a la muerte del gran protector de Inglaterra, San Gregorio Magno, se pudo establecer un segundo obispado en Rochester con su primer obispo, justo, quien inició sus ministerios en una humilde iglesia con el título de San Andrés. Al mismo tiempo se organizó un tercer obispado en Londres, mientras se iniciaba la evangelización de Essex. En efecto, Londres era la capital de la provincia o reino de Essex, y allí residía su príncipe Sébert, sobrino de Ethelberto de Kent. Envíale, pues, éste algunos misioneros, a cuya cabeza iba Melitón, a quien se nombró obispo de la nueva iglesia de Londres. El mismo Ethelberto sufragó los gastos para la construcción de la primera iglesia, dedicada a San Pablo, con todo lo cual se inició la misión de Essex, que poco después fue tomando rápido incremento.
 Hasta este punto llegó la obra de San Agustín en la conversión de la Gran Bretaña sajona, Al morir él en mayo de 605 sucedióle su discípulo predilecto Lorenzo, consagrado por él poco antes de morir. El territorio de Kent quedaba convertido en una buena parte, y se había iniciado la conversión de Essex. Además del obispado de Cantorbery existían los dos de Rochester y Londres. No era muy grande la extensión alcanzada por las conversiones anglosajonas, pero la semilla estaba echada. Aun estos territorios evangelizados tuvieron que atravesar una difícil prueba; pero la semilla se desarrolló después hasta llegar, durante todo el siglo VII, a la conversión de toda la Heptarquía. La encarnizada oposición entre los bretones y los anglosajones continuó durante largos años, hasta que, al fin, el año 664 se llegó a la definitiva unión, si bien a costa de alguna escisión dolorosa.
 Se ha pretendido rebajar el mérito de la obra y la personalidad de San Agustín de Inglaterra atribuyendo, por un lado, toda la gloria a San Gregorio Magno, y, por otro, echándole a él la culpa de la desunión con los bretones. Pero esto es sacar las cosas de sus quicios. En los comienzos de la gran empresa de la conversión de los anglosajones San Gregorio Magno, tiene la gloria de haberla ideado y protegido, y San Agustín la no menos grande de haberla realizado. Por otra parte, la desunión entre los bretones y anglosajones era cuestión de razas, exacerbada por los excesos cometidos por los invasores, y sólo con el tiempo pudo ser poco a poco superada. San Agustín fue sumamente venerado en la Edad Media y merece justamente el título de apóstol de la Gran Bretaña.
 BERNARDINO LLORCA, S. I.


AFRAAT


El Padre más antiguo de la Iglesia siria es AFRAAT, que entre el 337 y el 345 escribió 23 tratados que vienen a resumir toda la vida cristiana.

Demostraciones
La verdadera circuncisión:
La ley y la alianza antiguas fueron totalmente cambiadas. Primeramente, el pacto con Adán fue sustituido por el de Noé; más tarde, el concertado con Abraham fue reformado por el de Moisés. Mas como la alianza mosaica no fue observada, al llegar la plenitud de los tiempos vino la nueva alianza, ésta ya definitiva. En efecto, el pacto con Adán se basaba en el mandato de no comer del árbol de la vida; el de Noé en el arco iris; el de Abraham, elegido por su fe, en la circuncisión, como sello característico de su descendencia; el de Moisés en el cordero pascual, propiciación para el pueblo.
Todas estas alianzas eran diversas entre sí. Ahora bien, la circuncisión grata a los ojos de aquel de quien procedían todas estas alianzas es la que dice Jeremías: Circuncidad el prepucio de vuestros corazones. Pues si el pacto concertado por Dios con Abraham fue firme, también éste es firme e inmutable, y ninguna ley se le puede añadir, ya venga de los que están fuera de la ley, ya de los que están sometidos a la ley.
Dios, en efecto, dio a Moisés la ley con todas sus observancias y preceptos, mas, como ellos no la observaron, anuló la ley y sus preceptos; prometió que había de establecer una nueva alianza, la cual afirmó que sería distinta de la primera, por más que el mismo sea el autor de ambas. Y ésta es la alianza que prometió darnos: Todos me conocerán, desde el pequeño al grande. Y en esta alianza ya no existe la circuncisión carnal como signo de pertenencia a su pueblo.
Sabemos con certeza, queridos hermanos, que Dios impuso, en las diversas generaciones, unas leyes, que estuvieron en vigor hasta que él quiso y que más tarde quedaron anuladas, tal como dice el Apóstol, a saber, que el reino de Dios subsistió antiguamente en multitud de semejanzas, según las diversas épocas.
Ahora bien, nuestro Dios es veraz y sus preceptos son fidelísimos; por esto cada una de las alianzas fue en su tiempo firme y verdadera, y los circuncisos de corazón viven y son de nuevo circuncidados en el verdadero Jordán, que es el bautismo para el perdón de los pecados. Jesús, hijo de Nun, o sea Josué, circuncidó al pueblo por segunda vez con un cuchillo de piedra, cuando él y su pueblo atravesaron el Jordán: Jesús, nuestro salvador, circuncida por segunda vez, con la circuncisión del corazón, a todos los que creen en él y reciben el baño bautismal, los cuales son circuncidados con la espada, que es la palabra de Dios, más tajante que espada de dos filos.
Jesús, hijo de Nun, introdujo al pueblo en la tierra prometida; Jesús, nuestro salvador, ha prometido la tierra de la vida a todos los que atraviesen el verdadero Jordán, crean y sean circuncidados en su corazón.
Dichosos, pues, los que han sido circuncidados en el corazón y han renacido de las aguas de la segunda circuncisión; éstos recibirán la herencia junto con Abraham, guía fidedigno y padre de todos, ya que su fe le fue reputada como justicia.
(11, 11-12; Liturgia de las Horas)
http://www.mercaba.org/Moline/afraat.htm http://www.mercaba.org/Moline/afraat.htm
«HIMNO AKATHISTOS»

El Himno Akathistos (que literalmente significa «estando de pie»,
porque se canta en esta posición) es el himno mariano más
famoso del Oriente cristiano y quizá de la Iglesia entera.
Compuesto en griego, a finales del siglo V, es de autor
desconocido. Su paternidad se ha atribuido a diversos personajes,
pero no hay ninguna prueba concluyente, y quizá sea mejor así.
Como dice un comentarista moderno, «está bien que el himno sea
anónimo. Así el himno es de todos, porque es de la Iglesia».
Efectivamente, desde principios del siglo VI la Iglesia bizantina lo
incluyó en su liturgia como la expresión más alta del culto a la
Santísima Virgen y lo canta en muchas ocasiones, de modo
especialmente solemne en el sábado de la 5ª semana de
Cuaresma.

La estructura métrica del texto original es de una perfección
suma, difícil de verter a otras lenguas. Las veinticuatro estrofas
que lo componen (unas más largas, otras más breves,
alternativamente) se distribuyen por igual en dos partes: una
evangélica y otra dogmática. La primera parte escenifica la
narración evangélica en una serie de cuadros, que van desde la
Anunciación al encuentro de María con el anciano Simeón en el
Templo de Jerusalén. La segunda parte expone los principales
artículos de la fe mariana de la Iglesia: perpetua virginidad,
maternidad divina, mediación de gracia desde el Cielo.

El Himno Akathistos es común a todos los cristianos de rito
bizantino, sean católicos u ortodoxos. Constituye, pues, un puente
vetusto y solemne hacia la plena comunión entre la Iglesia de
Oriente y de Occidente. 
LOARTE
* * * * *

María en el Evangelio
(Himno Akathistos, I parte, estrofas 1-12)

1. El más excelso de los ángeles fue enviado desde el Cielo para
decir «Ave» a la Madre de Dios. Al transmitir su incorpóreo saludo,
viéndote hecho hombre en Ella, Señor, extasiado el ángel, de este
modo a la Madre aclamó: 
Ave, por ti resplandecen los gozos, 
Ave, por ti se disuelve el dolor, 
Ave, rescate del llanto de Eva, 
Ave, salud de Adán que cayó. 

Ave, Tú cima sublime a humano intelecto, 
Ave, Tú abismo insondable a mirada de ángel, 
Ave, Tú llevas a Aquél que todo sostiene, 
Ave, Tú eres la sede del trono real. 
Ave, oh estrella que al Astro precedes, 
Ave, morada del Dios que se encarna, 
Ave, por ti se renueva el creado,
Ave, por ti se hace niño el Señor. 
¡Ave, Virgen y Esposa! 
2. Bien sabía María que era Virgen sagrada, y por eso respondió
a Gabriel: «Tu singular mensaje se muestra incomprensible a mi
alma, pues anuncias un parto de virginal seno, exclamando:
¡Aleluya!»

Aleluya, aleluya, aleluya! 
3. Ansiaba la Virgen comprender el misterio, y preguntaba al
Mensajero divino: «¿Podrá mi seno virginal dar a luz un hijo?
¡Dímelo!». Y aquél, reverente, aclamándola, así respondió:

Ave, presagio de excelsos designios, 
Ave, Tú prueba de arcano misterio, 
Ave, prodigio primero de Cristo, 
Ave, compendio de toda verdad. 
Ave, oh escala celeste que baja el Eterno,
Ave, oh puente que llevas los hombres al Cielo,
Ave, de coros celestes cantado portento,
Ave, oh azote que ahuyenta a la horda infernal.
Ave, la Luz inefable has portado,
Ave, Tú el «modo» a nadie has contado,
Ave, la ciencia de sabios trasciendes,
Ave, Tú enciendes al fiel corazón.
¡Ave, Virgen y esposa!
4. La Virtud del Altísimo cubrió con su sombra e hizo Madre a la
Virgen que no conocía varón: aquel seno, hecho fecundo desde lo
Alto, se convirtió en campo ubérrimo para todos los que quieren
alcanzar la salvación, cantando de esta manera: ¡Aleluya!

¡Aleluya, aleluya, aleluya! 
5. Con el Señor en su seno, presurosa, María subió a la
montaña y habló con Isabel. El pequeño Juan, en el vientre de su
madre, oyó el virginal saludo y exultó; saltando de gozo, cantaba a
la Madre de Dios: 
Ave, sarmiento del más santo Brote, 
Ave, renuevo de un Fruto sin mancha, 
Ave, das vida al Autor de la vida, 
Ave, cultivas a tu Agricultor. 
Ave, Tú campo que muestras las más ricas gracias, 
Ave, Tú mesa que ofreces los dones mejores, 
Ave, un pronto refugio a los fieles preparas, 
Ave, un pasto agradable Tú haces brotar. 
Ave, Tú incienso agradable de súplicas,
Ave, del mundo suave perdón, 
Ave, clemencia de Dios con el hombre,
Ave, confianza del hombre con Dios. 
¡Ave, Virgen y Esposa!
6. Con el corazón turbado y encontrados pensamientos, el sabio 
José se agitaba en la duda; admirándote intacta, sospecha 
esponsales secretos, oh Inmaculada! Y cuando te supo Madre por 
obra de Espíritu Santo, exclamó: ¡Aleluya! 
¡Aleluya, aleluya, aleluya! 
7. Los pastores oyeron los coros de los ángeles que cantaban a
Cristo, bajado entre nosotros. Corriendo a ver al Pastor, lo
contemplan como cordero inocente, que se nutre al pecho de la
Virgen, y cantan así: 
Ave, Tú Madre del Pastor-Cordero, 
Ave, recinto del rebaño fiel, 
Ave, defensa de fieras malignas, 
Ave, guardiana de la eternidad. 
Ave, por ti con la tierra exultan los cielos, 
Ave, por ti con los cielos se goza la tierra, 
Ave, voz eres perenne de Apóstoles santos, 
Ave, de Mártires fuertes invicto valor. 
Ave, potente sustento de fe, 
Ave, de gracia esplendente pendón, 
Ave, por ti fue expoliado el infierno, 
Ave, por ti nos vestimos de honor. 
¡Ave, Virgen y Esposa! 
8. Observando la estrella que guiaba al Eterno, los Magos
siguieron su fulgor. Fue luminaria segura para ir en busca del
Poderoso, del Señor. Y alcanzando al Dios inalcanzable, lo
aclaman felices: ¡Aleluya! 
¡Aleluya, aleluya, aleluya! 
9. Los Magos contemplaron en los brazos maternos al Sumo
Hacedor del hombre. Sabiendo que era el Señor, aunque bajo la
apariencia de siervo, premurosos le ofrecieron sus dones, diciendo
a la Madre bienaventurada:
Ave, oh Madre del Astro perenne,
Ave, aurora del místico día,
Ave, las fraguas de errores Tú apagas,
Ave, conduces con tu brillo a Dios. 
Ave, al odioso tirano arrojaste del trono, 
Ave, Tú a Cristo nos das, clemente Señor, 
Ave, rescate Tú eres de ritos nefandos, 
Ave, Tú eres quien salvas del cieno opresor. 
Ave, Tú el culto del fuego destruyes, 
Ave, Tú extingues la llama del vicio, 
Ave, Tú enseñas la ciencia al creyente, 
Ave, Tú gozo de todas las gentes. 
¡Ave, Virgen y Esposa! 
10. Pregoneros de Dios fueron los Magos en el camino de
vuelta. Cumplieron tu vaticinio y te predicaban, oh Cristo, a todos,
sin preocuparse de Herodes, el necio, que era incapaz de cantar:
¡Aleluya!

¡Aleluya, aleluya, aleluya! 
11. Iluminando Egipto con el esplendor de la verdad, arrojaste
las tinieblas del error, porque los ídolos de entonces, Señor,
debilitados por la fuerza divina, cayeron. Y los hombres, salvados,
aclamaban a la Madre de Dios: 
Ave, desquite del género humano, 
Ave, derrota del reino infernal, 
Ave, Tú aplastas mentiras y errores,
Ave, Tú muestras la gran falsedad. 
Ave, Tú mar que devoras al gran Faraón, 
Ave, Tú roca que manas el Agua de Vida, 
Ave, columna de fuego que guías de noche, 
Ave, refugio del mundo cual nube sin par. 
Ave, dadora del maná celeste, 
Ave, nodriza de los gozos santos, 
Ave, Tú místico hogar prometido, 
Ave, de leche y de miel manantial. 
¡Ave, Virgen y Esposa! 
12. El viejo e inspirado Simeón estaba a punto de dejar este
mundo engañoso. Fuiste dado a él como párvulo, pero en ti
reconoció al perfecto Señor; y estupefacto, admirando la divina
Sabiduría, exclamó: ¡Aleluya! 
¡Aleluya, aleluya, aleluya!
http://www.mercaba.org/TESORO/himno_akathistos.htm  http://www.mercaba.org/TESORO/himno_akathistos.htm